Fueron momentos a pura emoción y desbordantes dosis de alegría. Estuvo la mayoría de sus profesores, amigos de la infancia, los pibes que quieren imitarlo, el director de Deportes de la Municipalidad Daniel Gracco y hasta el voleibolista Gustavo Porporatto, también formado en la institución y atleta olímpico.
Allí estaban todos para estrecharle un caluroso abrazo. Mary, su mamá, destilaba, orgullosa, sonrisas a los cuatro costados mientras alzaba a su nieto Jerónimo, ahijado del jugador, mientras nos confesaba que a los cuatro años llevó al club a Facundo “porque era hiperquinético”.
Después de cientos de fotografías y numerosas pelotas autografiadas, Facundo tiró algunas frases que ayudan a descubrir a este chico-hombre que, a los 21 años, el básquet lo llevó a lo más alto.
Agasajo. “Estoy muy contento, no me lo esperaba. Saber que la gente del club me acompaña en todo momento me enorgullece y me hace ser más hincha de este club. Estoy totalmente agradecido”.
El club. “Siempre sentí el apoyo del “Muni” y he visto esa gente que hacía tiempo no veía y que nunca dejó de apoyarme. Acá siempre se hizo todo con mucho sacrificio y humildad”.
Evolución. “Recuerdo estar jugando con mi grupo de amigos en pre infantiles. Éramos todos bajitos, petizos, no dabas ni dos pesos, enfrentábamos a Atenas con los mejores jugadores de Córdoba, a Instituto en el clásico y le ganábamos a huevo, a pulmón y corazón. Trato de jugar de esa forma y plantearme la vida de esa manera».
La partida. “Al principio me costó. Me fui con 15 años, extrañando al club, los amigos, mi familia, los veranos en la pileta, los entrenamientos acá. Sabía que si dejaba de extrañarlo me iba a ir mejor. Traté de olvidarme, de tenerlo más guardado dentro mío y disfrutar lo nuevo. Me habitué y Peñarol me adoptó”.
Realidad o ficción. “Todavía no caigo que estuve en unos Juegos Olímpicos, que jugué contra el Dream Team, que soy parte de una Generación Dorada. Creo que es bueno eso, porque sino tendría que pedirle autógrafo a Ginóbili o pedirle la camiseta a Kobe Bryant. Trato de no caer, de seguir disfrutando, de entrenar duro a cada momento. Creo que esa parte de inconsciencia me está ayudando por ahora”.
Aprendizaje. «Los Juegos me dejaron mucho para mejorar y querer volver. Estar en un Juego es increíble y se aprende a cada momento de tu equipo y de los otros atletas. Al estar dentro de la Generación Dorada aprendí que por amor a la camiseta uno puede hacer cualquier cosa, ‘matar a alguien’, esto dicho metafóricamente… (risas)”
Llanto y frustración. “Queríamos la medalla de bronce a toda costa. Si vos le mirabas la cara a los chicos antes del partido querían arrancarle la cabeza (al equipo de Rusia) y cuando les quitaron de las manos la medalla fue un llanto, un momento muy feo que nos dolió a todos. Nos sentimos mal, pero todos en ese momento queríamos estar perdiendo ahí a estar jugando en otro lado”.
Asado con amigos. El cordobés, actual base del tricampeón de la Liga Nacional, Peñarol deberá sumarse el lunes a los entrenamientos en Mar del Plata. “La verdad que esta semanita me vino bien para desenchufarme y comer algunos asaditos con los amigos. Me espera una temporada dura”, dijo.
Futuro. “Tengo un par de años más con Peñarol y no pienso más allá de eso. Pero como todo deportista me gusta seguir creciendo y ver hasta donde puedo llegar”, agregó. Actualmente tramita la ciudadanía italiana y Europa podría ser su próximo destino. Campazzo vino a Córdoba en auto desde Mar del Plata junto con su amigo Alejo, hijo del DT Oscar “Huevo” Sánchez.
Informe: Mundod.com.ar