El dicho reza que quien se va sin que lo echen, regresa sin que lo llamen. Algo de eso pasa por estos días con el presente de Atenas, que después de tomarse unas “vacaciones” y cultivar un desusado perfil bajo, volvió a meterse en la discusión del básquetbol nacional después de haber tocado fondo la temporada pasada. ¿Qué cambio trajo semejante transformación? Ninguna fórmula mágica, apenas la revalidación de una vieja receta que funciona hasta fuera del ámbito deportivo: poner la casa en orden.
La tarea no era sencilla. Después del último éxito de la entidad –La Liga Sudamericana de 2004, ganada en Uberlandia– la “familia ateniense” se disgregó en una lucha interna que por primera vez lavó trapitos fuera de casa. Hubo de todo: juicios, renuncias, anunciantes que desaparecieron y un pasivo al que algunos le pusieron el rótulo de “inmanejable”. El regreso de Felipe Lábaque a la conducción de los griegos fue, evidentemente, el eje movilizador para el renacer ateniense después de dos años en los que el club naufragó a la deriva. “El Felo” se había ido en medio de la tormenta de 2004 y su liderazgo no tuvo reemplazo. Tal vez por eso, en cada nuevo fracaso deportivo, su nombre asomaba otra vez. El primer amague fue hace un par de años, con anuncios de contrataciones explosivas (Andrés Pelussi, Diego Logrippo, Leonardo Gutiérrez y Bruno Lábaque), pero en una alianza deportiva con Armando Pérez y su Córdoba Celeste que se cayó cuando el gerenciador de Belgrano anunció que quería cambiar la tradicional camiseta verde por una celeste. Tras un prudente paréntesis, su retorno se cristalizó el año pasado con el respaldo de una firma que cubre el 30 por ciento del presupuesto liguero, y después de que el equipo realizó la peor campaña de su historia. Había que apagar el incendio. Y para combatir el “fuego”, la nueva comisión directiva no anduvo con vueltas y apuntaron alto: Rubén Magnano.
Otro hombre clave. El entrenador del campeón olímpico, un “amigo de la casa”, fue decisivo. No sólo por su reconocida condición de entrenador, sino también porque, a diferencia de años anteriores, en los que los directivos elegían los jugadores, él fue el responsable del armado del equipo. Y vaya si acertó. Por primera vez, desde Jervis Cole y Wallace Bryant en la Liga 1992-93, no cambió su dupla de extranjeros (Andre Laws y Djibril Kante) y confeccionó un plantel que se hizo fuerte de arranque nomás, ganando la Copa Argentina y alcanzando un récord de 17 victorias consecutivas. Al margen de lo que ocurra el miércoles en Paraná, donde intentará alcanzar su 14ª final de Liga, Atenas está de vuelta. Renació de sus propias cenizas. Como el Ave Fénix.
Informe: Gustavo Farías – Diario La Voz del Interior