Peñarol-Atenas: comparaciones

En 1992 la Final fue protagonizada por Atenas y GEPU. Los cordobeses festejaron el campeonato. La Final del torneo siguiente repitió protagonistas, pero la alegría se mudó a San Luis. Luego de 17 Ligas, se repiten equipos en dos finales consecutivas. El año pasado pudo ser para cualquiera, pero los verdes aprovecharon mejor sus oportunidades […]


En 1992 la Final fue protagonizada por Atenas y GEPU. Los cordobeses festejaron el campeonato. La Final del torneo siguiente repitió protagonistas, pero la alegría se mudó a San Luis. Luego de 17 Ligas, se repiten equipos en dos finales consecutivas. El año pasado pudo ser para cualquiera, pero los verdes aprovecharon mejor sus oportunidades y pudieron levantar la copa. En éste, otra vez, el resultado es por demás abierto.

Son el uno y el dos de la fase regular. Son dos equipos históricos de la Liga Nacional, con dirigencias fuertes y de peso en la Asociación de Clubes. Cuentan con localías importantes y saben ganar de visitante. Tienen dos técnicos de altísimo perfil, aunque -claramente- diferentes estilos. Y figuras de renombre internacional. Son los equipos que tenían que llegar, y cumplieron con las expectativas que se depositaron en ellos al comienzo de la temporada.

Sus diferencias son variadas, pero en cierto sentido se compensan. Atenas viene de sufrir dos series de playoff largas, arduas y con final incierto hasta su desenlace. Peñarol barrió a sus rivales de cuartos y semis de manera inapelable. Así es que uno llega cansado, pero con las pulsaciones todavía repicando, y el otro con menor continuidad, aunque menos desgastado en el tramo final.

Analizando jugador por jugador, es difícil definir si se sacan alguna ventaja. En la base, Atenas tiene en Juan Cantero y Juan Figueroa a dos elementos jóvenes pero con experiencia, que a primera vista parecen jugar parecido, aunque al hilar más fino se aprecia que pueden satisfacer diferentes necesidades de acuerdo a la demanda de cada encuentro. Peñarol presenta a su capitán, el ya histórico Tato Rodríguez, un armador pensante y con temple, cuya mano de seda disimula sus menores cualidades naturales para marcar. Junto a él, y contra los pronósticos de muchos, no está Ray Legaria sino el juvenil Facundo Campazzo, revelación de la temporada (y, sin dudas y a pesar de que la reglamentación de las votaciones impidió duplicar el premio oficialmente, el mejor sexto hombre del torneo), quien ofrece vértigo y, en su caso sí, una defensa punzante del llevador rival.

Entre los escoltas, Juan Manuel Locatelli por un lado y Kyle “Black Cobra” Lamonte por el otro ofrecen estilos diferentes, pero igualmente efectivos. El tresarroyense, figura indiscutida del quinto juego de la semifinal, tiende más al juego perimetral. Su colega de Davenport, un street-player (más o menos) domesticado, definidor del tercer juego contra Boca, se apoya en su habilidad para colarse hacia el canasto. Pero ambos pueden invertir esos roles si el juego lo requiere. Además, han demostrado ser capaces de cargar sobre sus hombros la responsabilidad anotadora y también de repartir juego con solidaridad. Detrás de ellos están, por un lado, Federico Ferrini, un jugador intenso, y por el otro a veces Sebastián Vega, otras veces el propio Tato Rodríguez, corrido a zona dos con Campazzo en la base.

En el puesto de alero, Atenas no ha tenido un nombre seguro. Albert White es quien parece terminar por consolidarse allí, alternando lagunas y ráfagas de puro básquet. Cristian Romero, de notable crecimiento esta temporada, le cubre las espaldas. Para los marplatenses Marcos Mata ha ratificado su titularidad, gracias a sus cualidades atléticas, su pasta de defensor y su aporte, esporádico pero efectivo, en ataque. Su reemplazo natural ha sido Sebastián Vega, joven y talentoso, con menores aptitudes físicas pero con una tremenda adaptabilidad a los pedidos de su cuerpo técnico.

Dos internacionales se enfrentan en el poste bajo. Los ala-pivotes Diego Lo Grippo y Leonardo Gutiérrez se sacarán chispas. Son grandes, son habilidosos, tienen una gran capacidad anotadora y (sobre todo el peñarolense) dotes de líderes. Sobre ellos se ha dicho casi todo, y sin duda serán piezas fundamentales para las aspiraciones de los planteles que integran. En Atenas es Romero quien cubre las ausencias del rosarino, mientras que en Peñarol el ala pivote natural de recambio es Alejandro Diez, el temperamental jugador de Olavarría.

El hombre grande de Atenas es Djibril Kanté. Con sus sólidos 207 centimetros impone presencia en los dos tableros y, además, sabe de qué se trata este juego. Enfrente tiene a Martín Leiva, 2,10 metros, probablemente el único pivote puro que le queda a la competencia. El ex Ferro y Boca ha sido la gran sorpresa de la temporada. Transitando la mejor Liga de su carrera, sumó como sabe hacerlo en defensa, pero también mejoró de manera sustancial su aporte ofensivo, elevando -por mucho- sus porcentajes, inclusive en lanzamientos libres (hasta antes de esta época, su eminente punto débil). En síntesis, hizo olvidar que Peñarol juega sólo con un extranjero. Los sustituyen, respectivamente, el interminable Diego Osella y Alejandro Reinick, quien suple centímetros con enjundia.

Quedan en el banco, con pocos minutos en su cuenta personal pero listos para salir a la cancha, el pivote Pablo Orletti para los griegos, y el conductor Ray Legaria para Peñarol.

Los técnicos, dos bahienses de distintas generaciones y con modos particulares de ver el básquet, darían para una nota aparte (o varias). Oscar Sánchez tomó al último campeón ya rodado, con pocas posibilidades para meter mano en el armado de la plantilla, pero pudo imponer su estilo tanto en los juegos como entre partidos. Sergio Hernández ha demostrado ser el técnico vernáculo de más jerarquía, sobre todo a partir del año sabático de Julio Lamas y la deserción (trocada en aventura brasileña) de Rubén Magnano. Todo lo que es extroversión en el Huevo parece ir por adentro del Oveja. Los dos tienen gran ascendencia en sus dirigidos y son, cada uno a su modo, casi un jugador más. Es cierto que la parcialidad milrayitas tiene un encono especial (que, no obstante, ha ido diluyéndose con el correr de los años) por el entrenador que supo dirigir a su archirrival Quilmes y que, para Sánchez, Peñarol no es cualquier oponente. Y que una relación como esa no existe, al menos de un modo tan explícito, entre los simpatizantes cordobeses y el técnico de la Selección. Pero a la hora de jugar, es difícil que estas particularidades del entorno influyan en dos comandantes de tantas batallas.

Peñarol ganó todo lo que jugó en el año (con excepción de la primera competencia que enfrentó, aún armándose: la Copa Argentina). Pero Atenas supo resurgir de sus cenizas varias veces, superó lesiones en todas sus líneas y hasta un cambio radical de entrenador. Y, sobre todo, es el campeón defensor.

Sólo queda comparar los escenarios. Atenas hará las veces de local en el Orfeo. Peñarol, en el Polideportivo Islas Malvinas. Es así que se jugará en los dos mejores estadios del país, con llenos absolutos y televisación para el mundo latino.

El miércoles 12 de mayo de 2010 dará comienzo una final que promete ser de las más parejas y apasionantes de la historia. Antes de comparar a los contendientes, la verdad de esta sentencia podía intuirse. Luego de hacerlo, ella se muestra con más contundencia.

Sólo resta esperar que todos los protagonistas (jugadores, cuerpos técnicos, dirigentes, árbitros, simpatizantes y, no hay que olvidarlo, periodistas) estemos a la altura.

Nota: T. Schleider, especial para InfoLiga.com.ar