Argentina tuvo un mal juego defensivo, pero lo maquilló con un excelente rendimiento en ataque y se llevó un buen triunfo de Saitama, ante Japón, en lo que fue su cuarto amistoso camino al Mundial de China. Casi 17 mil personas presenciaron el juego en un Superdomo explotado.
El inicio del conjunto argentino fue malo, sobre todo en el apartado defensivo, donde permitió 11 puntos en apenas dos minutos (seis del NBA Hachimura), pero bastó ese primer golpe para reaccionar, mejorar la concentración, y tomar la ventaja en el tablero de la mano de un inspirado Brussino (14 y cinco rebotes) y la conducción de Campazzo (cinco asistencias). Está claro que la Selección disfruta del ritmo de juego vertiginoso, que logra sacar provecho cuando el rival no puede sostener la intensidad. Y en ese contexto, la consecuencia fue un cierre de parcial casi perfecto (30-23).
Esa solidez y, sobre todo, gigantesca efectividad (de los diez triples intentados en el comienzo, se convirtieron ocho) se extendió en el nacimiento del segundo cuarto para sacar una máxima de 16 a falta de seis minutos (46-30). No obstante, otra laguna defensiva (incluso más grave que la primera) devolvió al local al juego hasta ponerlo a dos (51-49) y luego de un parcial de 19-5. La frustración trajo la indignación y la indignación alimentó a Japón, que con limitaciones, fue al frente y aprovechó su momento. El cierre fue tan malo como casi todo el segmento (56-53). Y la ventaja fue absolutamente simbólica.
Tras el descanso, el partido ya era otro. Japón estaba con otro semblante tras su remontada y Argentina, lo opuesto. Volvió Campazzo a tratar de generar un poco de equilibrio defensivo y Hernández extendió la rotación con Gallizzi y Fjellerup. Pero la tendencia ya era negativa, dado que, como era de esperar, la efectividad detrás de 6m75 bajó. Oliendo sangre, Lamas acudió a una alternativa zonal. Y curiosamente falló. Por Deck entró en partido (siete en el tramo) y el retorno de Brussino y Garino renovaron el aire de un quinteto que sólo estaba sosteniendo Vildoza. Con esos nobles argumentos, el conjunto argentino se pudo ir arriba (83-77).
Ya en el cuarto final, Scola volvió con puntos y el local llevó su intensidad a un terreno de confusión. Es el riesgo del basquet moderno. Argentina se acomodó y, con oficio, sacó el juego adelante. Brussino, nuevamente, fue determinante en ese despegue (terminó con 21 en su mejor producción individual del proceso), a la par del crecimiento defensivo que igualmente quedó muy muy en el debe. El triunfo vale para crecer en confianza, para confirmar pequeñas sociedades y para pulir aspectos tácticos. Pero, en el caso de hoy, además deberá servir como autocrítica para lo que se avecina. Queda tiempo. Y eso es lo mejor.
Este viernes, la delegación partirá completa rumbo a Shaghai, para luego dirigirse hacia Ningbó en ómnibus, última escala antes del comienzo del Mundial. Allí disputará sus dos amistosos finales: ante Rusia (26/7) y contra España (27/7).
Prensa CABB