Sensatez

Otra vez se puso a prueba la calidad y resistencia de la cuerda. Y otra vez ésta volvió a soportar la tensión de la que se la cargó. El Juez Juan Sebastián Galarreta dictó, luego de que fracasara la conciliación que intentó entre las partes (el CoProSeDe nunca mostró predisposición para el diálogo), que no […]


Otra vez se puso a prueba la calidad y resistencia de la cuerda. Y otra vez ésta volvió a soportar la tensión de la que se la cargó. El Juez Juan Sebastián Galarreta dictó, luego de que fracasara la conciliación que intentó entre las partes (el CoProSeDe nunca mostró predisposición para el diálogo), que no se innovara para el clásico de hoy, y así hinchas de Peñarol y Quilmes sin clasificación alguna podrán acudir al Polideportivo a presenciar el mejor partido de básquetbol que ofrece la república. Habrá un operativo policial especial, con derecho de admisión y control de alcoholemia incluídos. Hasta el propio Juez Galarreta asistirá al estadio para monitorear “in situ” las medidas implementadas.

Es para destacar y hasta casi celebrar el hecho de que por fin algún protagonista y con chances de tomar cartas en el asunto se involucre de lleno en el tema y acude al lugar de los hechos.

El ejercicio de la memoria es uno de los más difíciles de implementar en este país. Pero hágase un paréntesis en este mar de inmediatez y olvido permanente para remontarse a la temporada 2004/2005.

Cuadro de situación: play offs de reclasificación entre Peñarol y Quilmes, serie empatada en 1 y Peñarol con ventaja casi decisiva en el 3º cotejo. Un imbécil (uno más de la cada vez más extensa lista), arrojó una ¡canilla de sanitario! (cuánto trabajo de producción), al rectángulo de juego que impactó en la cabeza del árbitro Marcelo Latorre.

Consecuencia: cotejo suspendido, a la postre otorgado a Peñarol, y escándalo a nivel nacional. Es necesario recordar que, a pesar de la suspensión del juego y la acción de un solo individuo, en aquella ocasión el resto del total del público (algo así como 5.999 personas), se comportaron de forma correcta y no se sufrieron más hechos desagradables.

El CoProSeDe, como siempre, intentó tomar el toro por las astas, para demostrar presencia con medidas más efectistas que efectivas, y dictaminó la medida (demencial, por cierto), de llevar la definición de la serie a Olavarría ¡a puertas cerradas! Por más que haya pasado el tiempo, vale otra vez la pregunta: ¿qué sentido tiene mudar un partido a otra ciudad para jugarlo a puertas cerradas? Si el problema había sido la inseguridad del estadio, entonces Peñarol, por efectuar de local allí, debería de haber abandonado para siempre la localía del peligrosísimo estadio Polideportivo Islas Malvinas (entre otras cosas, sede la final del mundo de tenis, de campeonatos del mundo de básquetbol, series mundiales de voleyball, etc.).

El comportamiento del ente que rige la seguridad en los espectáculos deportivos en la provincia de Buenos Aires no varió de aquella a esta vez, más allá de que se modificaron los mandatarios (antes Mario Gallina, en conflicto permanente con las instituciones de la ciudad, y ahora Rubén Pérez, que sigue los pasos de su antecesor).

Con medidas autoritarias, siempre como consecuencia de los hechos y nunca previniendo, el accionar del CoProSeDe parece automatizarse. Y se ensaña particularmente con Mar del Plata. Al margen de los infortunios sufridos, ¿cuántos estadios más seguros y confortables hay en la provincia (y el país), más que el José María Minella y el Polideportivo Islas Malvinas? Punto y aparte.

Hace 4 años, ante tamaña decisión, dirigentes de Peñarol y Quilmes actuaron con la velocidad del caso y, juntos, lograron, otra vez mediante la intervención de la justicia, que primen la lógica y el sentido común, y la definición de la serie se quedó en el Polideportivo.

Aquella vez se lograron dos cosas puntuales: que no tome cuerpo la idea de gente que no conoce los hechos ni se involucra para solucionarlos, y también ‘asustar’ a los imbéciles de turno para que se comporten debidamente aunque sea por un corto tiempo.

Pero el problema de fondo nunca se extirpó. Y tiene lógica: nunca se trabajó para eso. La serie culminó, la Liga se acabó para Quilmes y Peñarol duró una fase más, hasta que Libertad lo sacó de competencia. Pero no quedaron secuelas de los hechos.

Y lo mismo pasó con lo ocurrido en Monte Hermoso 2007.

Los dirigentes de ambas instituciones, esta vez más por necesidad que convicción, volvieron a acudir antes la justicia para hacer escuchar su reclamo. Y obtuvieron lo que querían y merecían.

Una de las varias frases hechas reza que “no hay dos sin tres”. Si se toma como el 3º hecho de violencia con resonante consecuencia el ocurrido en Olavarría en noviembre de 2008, entonces podría encenderse la luz de esperanza.

Aunque, en realidad, más que hacer caso a los dichos populares, habría que trabajar en serio en el tema, involucrarse de verdad los que tienen las cartas en la mano, para no dejarle el terreno abonado a los violentos, primero, y a los que, evidentemente, no tienen en claro qué hacer con su cargo más allá de las facultadas asignadas.

La medida tomada por el Juez Galarreta trae sensatez, el clásico se jugará custodiado y con normalidad. Y esperanza también, ya que por primera en estas últimas veces, uno de los actores, aunque no principal, más vale “convidado de piedra”, amenaza con ponerse los pantalones largos y empezar a cambiar la historia para bien.

Si así ocurre, bienvenida sea la ayuda de la justicia. Y que los verdaderos protagonistas no olviden lo mucho que costó llegar a esta sentencia y trabajen para que no haga falta otra vez.

Nota: Martín Pellegrinet