El día llegó. Con Brasil clasificado en la previa y el estadio colmado hasta en sus resquicios más mínimos, el clima no podía ser mejor. Nocioni -media pierna negra por el hematoma derivado de su esguince- insistió en jugar, y sería de la partida. Por Puerto Rico, el gigante Santiago también se sumaría, a pesar del dolor por su lesión. El único resultado posible para Argentina: el triunfo, para conseguir el segundo pasaje a Londres y -de postre- la posibilidad de una final del torneo con superclásico sudamericano.
Prigioni, Ginóbili, Delfino, Kammerichs y Scola iniciaron la ilusión argentina. Barea, Arroyo, Galindo, Sánchez y Santiago pretenderían aguarles la fiesta. Las primeras instancias del juego fueron de reconocimiento. La defensa argentina se notó enchufada, y -salvo el tiro marrado inicial por parte de Delfino- la efectividad fue notable, con Scola a la cabeza. Pero Puerto Rico no flaqueó y se mantuvo a tiro. Barea condujo con velocidad y precisión, y -además- goleando. Promediando el chico, los combinados se prestaban el liderazgo, y el partido se iba haciendo cada vez más friccionado. Faltando 3:33 Nocioni se preparó para ingresar y el rumor en las gradas se convirtió en ovación. Argentina pudo alejarse 20-13 a falta de 3:15 y Meléndez tuvo que pedir su primer tiempo muerto. A la vuelta, descansaron Ginóbili y Kammerichs para darles lugar a Jasen y Nocioni. La marca hombre en zona de Puerto Rico no pudo contener a Scola, que a esa altura ya se erigía en figura. Con dos dobles consecutivos del 4, Argentina sacó la máxima: 24-15 a falta de 2 minutos. Pero Puerto Rico no se amilanó, y siguió empujando. Prigioni desde larga distancia aumentó la brecha a 29-19, y Puerto Rico respondió. El primer período acabó 29-24 gracias a un triple a la carrera, sobre la chicharra, de Barea (12 en el parcial). Scola, con 16, el único que lo superaba.
El segundo divisorio parecía refundar las cosas. Puerto Rico sumó agresividad a la marca y aumentó la rotación del balón. Argentina respondió con arrestos individuales y ajustando sus sistemas abajo. Ginóbili reemplazó a Delfino e intentó ponerse al frente de la ofensiva, pero le costó por la sobremarca. Scola cedió su lugar a Oberto y a 2 minutos del comienzo del cuarto el equipo argentino tenía otra fisonomía. Pero los puntos seguían sin llegar, y Puerto Rico empató el juego a falta de 7:20, pasando al frente segundos más tardes por un doble: 31-33. Argentina cerró filas pero Barea aprovechó cada centímetro que le brindaron, y continuó goleando. A 5:41 Sánchez reemplazó a Prigioni, y el juego se hizo más pausado. A falta de 5 minutos Puerto Rico recuperó la punta con un triple de Holland: 38-40. Holland volvió a lastimar desde lejos para poner a su equipo al frente 40-43 restando 3 minutos para el descanso largo. Argentina no encontraba el gol, y Prigioni sustituyó a Sánchez para aumentar la dinámica. Los últimos dos minutos fueron de posesiones cortas para los dos bandos, y mucho yerro. Para el mediotiempo, el tablero mostró 40-44. Barea, de excelente mitad, fue el goleador de Puerto Rico con 18 tantos. Scola lideró el score argentino, con 18. Los de Lamas deberían reacomodar las piezas si pretendían llevarse el juego.
Con Santiago nuevamente en cancha, Puerto Rico comenzó la segunda parte a toda orquesta. Argentina con su quintento inicial se propuso cargar hacia el cristal y, con una marca presionante, anular las individualidaes boricuas. A falta de 8:30 la visita obtuvo su mayor distancia: 40-48 y Argentina seguía sin convertir. Pero Kammerichs, luego de sufrir una tapa en contra, tomó un rebote defensivo, corrió la cancha y convirtió un doble de malabar, con tiro de premio. Los Dorados se colocaron a cinco de distancia y -otra vez gracias a la tarea defensiva del Yacaré- enseguida a un triple. Y Ginóbili lo hizo. Convirtió desde una esquina, igualó el juego y con 6:50 en el reloj el tanteador se igualó en 48. Meléndez usó un tiempo muerto y a la vuelta fue tiple por triple: Arroyo y Prigioni se imitaron. El aliento era estridente, aunque los visitantes parecían mantener frias sus cabezas. Un triple con mucha actitud de Ginóbili vivió a romper la paridad, pero Barea se lo devolvió. Y Prigioni respondió otra vez. Con 57-54 a falta de 4 minutos, Argentina tuvo oportunidad de desequilibrar, pero la desaprovecho. Una pérdida y ulterior falta de ataque de Scola devolvió la chance a Puerto Rico, y las cosas se hicieron aún más arduas luego de un nuevo triple, esta vez de Holland. Por primera vez en el encuentro, Lamas intentó con la dupla Scola-Oberto para contener a Santiago y al saltarín Balkman. Y del show de triples se pasó al de fallas. Hasta que con 2 minutos en el cronómetro, Ginóbili rompió la racha -otra vez con un triple. A falta de 1:54, cuando -en un confuso pedido de tiempo muerto- hubo un altercado entre los dos entrenadores, que terminó en una falta técnica para cada uno. Holland la volcó y Ginóbili contestó con otro triple. A 1:00 del último corte, Scola puso -desde la línea- algo de luz: 66-59. Santiago marró 1 de 2 desde la línea y Delfino un triple; el cuarto cerró con un tapón espectacular de Kammerichs a Arroyo, para dejar el tanteador en 66-60.
La distancia entre Argentina y Londres no era en kilómetros sino en tiempo: diez minutos separaban a los Dorados de su sueño. Lamas insistió con dos torres, y Ginóbili con sus triples. Al minuto de juego 69-60 se expandieron a 71-60 por acción de Scola. El aliento crecía y los jugadores de Puerto Rico -esta vez sí- comenzaban a apresurarse en sus decisiones. Barea cometió su tercera falta y el nerviosismo aumentó. Pero Ginóbili continuó lanzando triples con tino, para recuperar la máxima: 74-64 a falta de 7:40. Poco después la estrella boricua, Barea, fue sancionado con una cuarta falta y fue sentado por Meléndez. Y Prigioni otra vez apostó -con éxito- al tiro de larga distancia. Argentina, sin un juego sólido de conjunto pero enorme actitud, parecía consolidarse. Sin embargo, Puerto Rico no estaba dispuesto a entregarse. Delfino cometió su cuarta infracción y fue sustituido por Jasen. Por el otro lado, Balkman y Santiago cargaron al ataque con fortuna. Con el reloj en 4:40, el tablero marcaba 77-72. Arroyo volvió del segundo tiempo muerto requerido por Lamas decidido a ponerse el equipo al hombro. Y empezó de la mejor manera: doble y falta -convertida- para ponerse a dos tantos. Puerto Rico ensayó una defensa asfixiante y los argentinos debieron tomar lanzamientos largos. La efectividad siguió acompañando. Y la defensa portorriqueña también. A 3 minutos del final, el juego estaba 79-76, Argentina con el balón. Scola marró un tiro corto, Ginóbili evitó el contraataque con una tapa fenomenal, pero Delfino erró el triple en el ataque siguiente, y luego una falta ofensiva (cuarta) del propio Manu devolvió vida al rival. A 2 minutos, la brecha era de un doble. Que se cerró segundos después, de la mano de Santiago. Por un momento, Argentina aparentó cerder el protagonismo a Puerto Rico, pero Oberto provocó una pérdida del pivote de los anteojos, y el minuto crucial los encontró empatados. Ginóbili fue a la línea. Falló el tiro inicial. Convirtió el restante. La tensión crecía y con 41 segundos por jugar, Meléndez llamó a los suyos a un tiempo muerto para delinear el cierre del encuentro. Argentina aún ganaba por la mínima. La defensa del campeonato era literalmente necesaria, y resultó. Un rebote de Delfino -aporte fundamental- para un juego de pases que terminó en una falta recibida por Prigioni. El base falló el primero y convirtió el segundo. Con el tablero 81-79, Puerto Rico jugó su ataque, los argentinos arriesgaron no cometer falta y Barea lanzó un triple que, por fortuna, golpeó el aro.
Argentina llegó a Londres, desde Mar del Plata, en un final para el infarto. Festejo, y a pensar en Brasil.
Los goleadores fueron Scola (27) y Ginóbili (23) para Argentina. Barea (20) y Santiago (16), los destacados de Puerto Rico.
Crónica: T. Schleider, especial para InfoLiga